Primero fueron los beneficios para el corazón, posteriormente para la circulación y contra la obesidad, la hipertensión, los problemas de artritis, la osteoporosis…. A juzgar por los resultados de numerosos estudios, el ejercicio físico es un seguro para tener una ‘salud de hierro’. Ahora, un nuevo trabajo científico añade que la actividad física, además, permite reducir los niveles de colesterol. Se trata del primero que demuestra que estas ventajas se obtienen incluso cuando el ejercicio no logra hacernos adelgazar.
Según publica ‘New England Journal of Medicine’ un grupo de facultativos de la Universidad de Duke (Reino Unido) acaba de llegar a la conclusión de que hacer mucho ejercicio tiene un efecto positivo en la reducción de los niveles de colesterol ‘malo’ (el llamado LDL, o colesterol de baja densidad).
Incluso sin perder peso
Este trabajo explica que, en el caso de las personas que hacen poco ejercicio (el equivalente a correr unos 20 kilómetros semanales) los beneficios de la actividad son independientes de la intensidad con que se haga (daría lo mismo recorrer esa distancia en 10 minutos que en 20) y, en cualquier caso, algo de ejercicio siempre es mejor que nada. Sin embargo, aclaran que un ejercicio de mayor intensidad repercute en mayores ventajas para la reducción del colesterol.
El colesterol se adhiere a la superficie de la proteínas para poder circular en la sangre humana y nutrir los tejidos. Las nuevas partículas que nacen de la unión del colesterol y de la proteína son las llamadas lipoproteínas, cuando en el organismo humano hay un exceso de lipoproteínas existe un riesgo creciente de padecer enfermedades coronarias y ateroesclerosis.
El estudio explica que el colesterol que se ‘mueve’ en la sangre a través de partículas más pequeñas y densas causa más enfermedades cardiovasculares que el colesterol desplazado en partículas más grandes. Las conclusiones de este trabajo demuestran que el ejercicio aumenta el número y tamaño de las partículas que ‘transportan’ el colesterol a través del fluido sanguíneo; de manera que, añaden “cualquier ejercicio es mejor que nada”.
Cualquier cosa es mejor que nada
De hecho, entre los 84 sujetos sedentarios y con sobrepeso, aquellos que no hicieron ninguna actividad física mostraron un empeoramiento en sus niveles de colesterol en relación con quienes sí practicaban deporte. Todos los que hacían algún tipo de actividad, independientemente de la cantidad o de la intensidad, presentaban más ventajas que los sujetos pasivos. En total fueron divididos en tres grupos en función de los niveles de ejercicio que practicaban: mucho ejercicio (32 Km)/alta intensidad, ejercicio moderado (19,2 Km)/alta intensidad o bien poco ejercicio (19,2 Km) realizado con una intensidad moderada/baja.
A juicio del director del trabajo, el doctor William Kraus, las guías publicadas recientemente por varios organismos oficiales norteamericanos al respecto (como el ‘Centers for Disease Control and Prevention’ y la propia ‘National Academy of Science’) “están basadas en opiniones y consensos, más que en los resultados obtenidos en estudios clínicos propiamente dichos”.
Debido a los efectos del ejercicio en el tamaño de las mencionadas partículas, Kraus advierte que la inactividad se sitúa por detrás del tabaquismo como principal factor de riesgo cardiovascular. Por ello, recomienda que los médicos pongan el énfasis no tanto en que los pacientes pierdan peso como en que hagan ejercicio para reducir sus riesgos.
Este es el primer trabajo que destaca que se pueden obtener beneficios del ejercicio en la reducción del colesterol y las grasas independientemente de que se logre o no perder peso. La actividad física logra una respuesta gradual en una serie de variables que favorecen la reducción de lípidos: los indicadores ‘buenos’ mejoran con el deporte y los ‘malos’ tienden a desaparecer.